martes, 19 de abril de 2011


Aún recuerdo el día en que nos conocimos... recuerdo que estaba sentada, mirando el mar, absorta totalmente en mis pensamientos, entonces escuché un ruído muy fuerte que venía de detrás de mi, me asusté y me giré para ver que era, eres tu. Tirado en el suelo, con la bicicleta encima de ti y con una mueca de dolor, me sorprendió verte tirado allí, como si fueras un niño pequeño aprendiendo a montar en bicicleta, pero no lo eras, y menos mal. Me levanté corriendo a ayudarte, te ayudé a quitarte la bicleta de encima y con una sonrisa en la cara te pregunte ''¿estás bien?'' mientras te ayudaba a levantar, cogistes mi mano para ayudarte y me respondiste sonrojado ''si, si, estoy bien, solo perdí el equilibrio''. Me alegró el saber que estabas bien, pero aún así tenías cara de dolor. Te ayudé a levantar la bicicleta y cuando estuviste de pie, me fijé bien en tu figura, era una figura atlética, podía decir sin conocerte que te gustaba el deporte, te miré fijamente de arriba abajo y vi que te salia sangre de la rodilla, enseguida te dije que te sentaras a mi lado y descansaras un poco, me miraste extrañado pero aún así sonreíste y te sentaste junto a mi. Cuando te sentaste a mi lado, sentí como si te conociera de toda la vida y eso me dio el valor de cogerte la pierna y ponerla en mis muslos... no dijistes nada, solo estabas mirandome. Saqué una botella de agua que tenía en el bolso y un paquete de clinex, entonces me puse a limpiarte la herida, esto me hizo sonreir pues parecía que estaba curando a un niño.
Cuando terminé de limpiarte la herida, te mire y te sonreí, tu seguías mirandome, sin decir nada, tenías una expresión rara en la cara, por lo que me preocupé y te pregunté que si te habías hecho daño en algun otro sitio, que si querias que te acompañará al médico o algo, cuando viste mi cara de preocupación, reaccionaste y me dijistes apurado, que no, que estabas bien, solo que estabas un poco sorprendido. Me extrañé, ¿porque ibas a estar sorprendido?, intenté pensar en la respuesta, pero no se me ocurrió nada, así que no dije nada; entonces me empazaste a hablar:
-¿eres médico?-me preguntaste extrañado.
-no, no- respondí rápidamente, ni siquiera había empezado la universidad.
-¿eres enfermera?- volviste a preguntar.
-tampoco- te respondí, ¿es que parecía tan mayor?.
-¿entonces?¿qué eres?- me preguntaste más curioso que antes.
-no soy nada- te dije, ahora la que estaba sorprendida era yo.
-¿cómo que no eres nada?
-sólo soy estudiante, ¿por qué?- te pregunte, ahora yo curiosa.
-¿¡estudiante!?,¿qué edad tienes?- preguntaste con los ojos como platos.
-si, soy estudiante, ¿porqué?- me empezé a poner nerviosa.
-¿por qué eres tan amable?- me contestate con otra pregunta.
-normalmente no lo soy, ¿hubieras preferido que no te hubiera ayudado?- pregunté extrañada.
-no, no me refería a eso, gracias por tu ayuda.
-entonces, ¿a que te referías?
-a que... normalmente una persona solo me ayudaría a levantar y listo, no haría todo lo que has hecho tu.- respondiste extrañado.
-ah- no sabía que más decirte, ¿qué se supone que se responde a eso si ni siquiera yo misma sabía porqué lo había hecho?
-bueno... ¿y cómo te llamas?- me preguntaste sonriendo.
-Vanesa, ¿y tu?- no lo pude evitar y también te sonreí.
-Javi- me dijistes aún sonriendo-¿qué edad tienes?- me preguntaste de nuevo.
-18, ¿y tu?- me miraste fijamente y después de un momento de silencio dijiste:
-22.
No aparentabas tener esa edad, como mucho te habría hechado 20 años, y creo que exageraría. Nos quedamos un rato en silencio, solo mirandonos, parecía que estabas pensando lo mismo que yo, pero aún así seguimos sin hablar, hasta que te diste cuenta que seguías con la pierna encima de mis muslos y enseguida la bajaste, haciendo una mueca de dolor. Me sorprendió, porque yo ya había olvidado que seguías con la pierna en mis muslos y cuando la quitaste, me fije que tenía manchados los muslos de sangre, menos mal que tenía pantalones cortos. Te quedaste mirando la mancha de sangre en mis piernas y me dijiste en voz baja:
-¿quieres limpiarte?, mi casa esta aquí al lado...
-no, no te preocupes, puedo utilizar otro clinex- mire en mi bolso, pero había utilizado el último limpiandote la pierna, entonces dije en voz aún más baja- ya no tengo clinex...
-no te preocupes, puedes limpiarte en mi casa- me volviste a ofrecer.
No sabía que decirte, me parecía muy extraño ir así, de repente a tu casa, sin saber nada de ti, pero solo tenía dos opciones: ir manchada de sangre hasta mi casa y que a mis padres les diera un ataque al verme o ir a su casa asearme y arriesgarme. Alfinal decidí ir a tu casa.
Te ayudé a llevar la bicicleta, porque estabas cojo, y se notaba que te dolía aunque no quisieras admitirlo. Tu casa estaba realmente cerca, y era enorme, pensé que vivías con tus padres, pero me dijistes que no, que ellos se habían mudado que te habían dejado esa casa para ti solo.
(....)

No hay comentarios: